Aun ahora, algunas noches, el hincha sueña fútbol. Los sueños y entusiasmo del hincha son plácidos y bellos que intenta recordar, reconstruir, recrear cuando despierta.
Tiempo atrás, estando en el colegio, el hincha solía soñar los partidos del recreo. En esos partidos, jugados con más entusiasmo que destreza, el hincha imitaba las fabulosas jugadas que tantas veces había visto en las secuencias de video de los profesionales de la pelotita pero que casi nunca le salían.
Se desquitaba por las noches, soñando fútbol antes de acostarse con la camiseta del Barcelona y rezaban tres avemarías para ahuyentar los pensamientos impuros. Entonces dormido hacía todas las jugadas que no había podido o sabido hacer en el recreo, metiendo caños o huachas malvadas.
Se deleitaba engañando de taquito, volaba en palomita. La mataba de pecho como si nada y hacia preciosos goles, hasta de chalaquita, goles que festejaban hasta el delirio las tribunas abarrotadas.
En cada jugada había gracia, dominio, armonía. Nunca le daban una patada artera, nunca perdía torpemente la bola, nunca lo bajaban de una carretilla. Nunca, siquiera, una amonestación del árbitro. En sueños, todo era perfecto. Por eso, cuando despertaba y veía las sábanas revueltas y la almohada en el suelo, se sentía inmensamente feliz, con un sabor dulzón en la boca.
Ante aquel sentimiento pensaba, despabilándose, que si le daban una oportunidad en la selección del colegio de repente le salían algunas (siquiera una) de las maravillas que a menudo soñaba.
APASIONADO DÍA CON SUEÑOS DE FÚTBOL
Un día, como las cosas tardan pero llegan, le marcador de punta de la selección se lesiona y el entrenador llamó al hincha, más que nada por su pasión. Le dan la camiseta número 3. Le dicen que el domingo hay un partido bien jodido contra un oponente bravo por inter escolar.
El profe le da un consejo: lo primero, cómprate un suspensor, ya después hablamos, pero no hablaron más. Y los días previos al domingo el hincha no soñó con fútbol ni nada. Durmió poco y mal, en su cuarto ensayó amagues y fintas con una pelotita hecha de medias viejas.
En el colegio a la hora del recreo jugo cuidadosamente para evitar una lesión de último momento. Bien clara su preocupación y tenso porque era su debut en la selección, porque no le acomodaba marcar punta y, sobre todo, porque la camiseta número 3 era muy fea, guinda o morada, ya usada y medio desteñida, algo parecida a la camiseta del Defensor Lima.
El día del partido el hincha escuchó misa bien temprano, rezó más que de costumbre y desayuno ligerito.
En el camarín, entre los chimpunes y las canilleras de sus compañeros, sintió miedo. “Desahuevate” le dijo el entrenador antes de salir a la cancha.
Se puede decir que el hincha venía jugando aceptablemente bien. Sin brillar pero cumpliendo. Ponía empeño. Marcaba con reciedumbre y entregaba rápido la pelota.
CUANDO NACE LA HABILIDAD DE CRACK
En un momento dado, superados los primeros nervios, recibió la bola, hizo un amague pícaro, sorteó a uno de sus rivales, jugó una bonita pared, se la entregaron alta, salió torpemente un defensa, el hincha (de memoria) le hizo un sombrerito y, entregado a ese fugaz rapto de inspiración, se mandó un lindo pase de taco.
Y, aunque la jugada no tuvo trascendencia, el hincha se sintió extasiado, como si despertase de uno de sus sueños.
Orgulloso de la jugada regresa a su posición original para defenderla, y en un arranque de veloz carrera, el hincha efectúa un gran pase hacia su punta izquierda que le hace pensar que debe correr como loco al área chica.
Su compañero se desmarca en zig zag de un defensa, luego de otro y ejecuta un centro de balón con fuerza hacia el punto donde se encontraba el hincha.
La oportunidad se le presentaba y ganando la posición, salta con fuerza hacia el cielo y con un movimiento de cabeza intercepta el balón para cambiarle su dirección entrando así en la portería con gran velocidad, sin que el arquero pudiera hacer nada. Gooooooool!! Gritaron.
El festejo no se hizo esperar y el hincha cumpliera así su mayor anhelo, el jugar en la cancha y llevarse los gritos apabullantes del público asistente.
¡Vamos a la cancha!
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