José Olaya fue un mártir peruano, nació en Chorrillos al sur de Lima en 1782 y desde muy tierna edad su vida transcurrió entre el puerto y el mar.
En los días de la ocupación de Lima por los realistas el año de 1823, era necesario mantener correspondencia entre el Callao, donde estaba el General Sucre, jefe del Ejército Libertador y los patriotas que habían quedado aislados en la vieja ciudad virreinal.
El General español Canterac dominaba la situación en Lima, desde el 18 de junio de aquel año, con fuerzas que pasaban los diez mil hombres. El Gobierno y el Congreso Nacional se habían refugiado en el castillo del Real Felipe en el Callao.
Ambos poderes -Ejecutivo y Legislativo- se encontraban en discordia y como resultado el Congreso concedió el poder a Sucre y llamó al Libertador Simón Bolívar para que se hiciera cargo de la lucha contra el Ejército Realista.
El Presidente Riva Agüero, depuesto, se opuso a esta decisión pero, finalmente prevaleció la medida mayoritaria del Parlamento.
Sucre estaba sitiado en el Callao, por lo que era vital el contacto entre los patriotas del puerto y los de la capital, que mantenían la resistencia y podrían informar sobre los movimientos, intenciones y debilidades de los realistas.
JOSÉ OLAYA, HUMILDE PESCADOR ACTUÓ EN EL MEJOR MOMENTO
El hombre encargado de esa peligrosa importantísima misión fue un humilde pescador chorrillano, pero dueño de un coraje y amor a la libertad, pocas veces igualado.
Cuando llegó la Expedición Libertadora al mando del General José de San Martín, su trabajo de pescador le permitió visitar las naves de la escuadra libertadora al mando de Lord Cochrane, desempeñando comisiones de enlace.
Se asegura que alguno de sus viajes entre Chorrillos y la isla San Lorenzo, los había efectuado a nado para burlar la vigilancia de los realistas.
Proclamada la independencia en 1821, las fuerzas realistas que habían evacuado la capital, permanecieron fuera de ella, hasta la reocupación entre el 13 de junio y el 16 de julio de 1823.
Es en esa etapa donde la figura del mártir Olaya, brilla por su abnegada y patriótica acción, al realizar la peligrosa misión de enlace entre los patriotas sitiados en el Callao y los que efectuaban la resistencia en la capital.
Doña Juana de Dios Manrique de Luna, la dama patriota quien Olaya llevaba las cartas relata los hechos ocurridos.
José le habló de la posibilidad que tenía de llegar al Callao, pues hacía habituales viajes, entre la caleta pesquera de chorrillos y la isla de San Lorenzo, en donde hacía sus ventas.
Ella le pidió entonces buscar en el Callao a su tío, don Andrés Riquero, y que a su nombre lo saludara, así lo hizo Olaya, Riquero comprendió y sin pérdida de tiempo, busco a Sucre.
OLAYA ESTABLECIÓ EL CONDUCTO DE INTELIGENCIA
Se estableció así el conducto de inteligencia que le hacía falta y escribió por este conducto al patriota Narciso de la Colina, dirigiendo la carta por intermedio de la señora Manrique.
Pero al completar la segunda misión, el pescador chorrillano se dio cuenta de que era seguido por unos espía realistas.
Después de entregar la misiva a la señora Manrique, abandonó rápidamente su casa y se dirigió al Callao, en el camino fue apresado a la altura de Acequia Alta y sin pérdida de tiempo, fue llevado a presencia del gobernador de Lima, Ramón Rodil.
Antes de ser registrado se deshizo de algunos documentos comprometedores y el más importante, lo rompió en pedazos y se lo tragó. Una vez en presencia del brigadier Rodil, cuánto no hizo este jefe español para arrancar a Olaya el secreto y los nombres de los patriotas comprometidos.
Le ofrecieron halagos y dinero, además de darle libertad, pero Olaya se encerró en su silencio inquebrantable y el cruel brigadier ordenó que le aplicarán las más terribles torturas, le quitaron las uñas de las manos y de los pies, le aplicaron más de 200 palos para quebrántale los huesos y con ellos su tenaz silencio.
Finalmente le cortaron la lengua, antes de llevar a cabo tan cruel tortura, Olaya alcanzó a decir: “Si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de denunciar a mis hermanos los patriotas o de traicionar a mi patria”. Impotente Rodil, ordenó el fusilamiento del prócer.
INFAME ASESINATO DE JOSÉ OLAYA
En la mañana del 29 de junio de 1823, los soldados del virrey sacaron a rastras del Palacio de Gobierno, a un hombre desfalleciente, ensangrentado y cruelmente torturado, la gente que había acudido a misa, vieron horrorizados la escena.
Cuando el grupo llegó al Pasaje -que hoy lleva el nombre de Olaya- el mártir, puesto delante de uno de los muros, recibió la descarga mortal de los fusiles realistas, pero en actitud desafiante, cerró aún más los labios antes de caer sin vida.
El 3 de septiembre de ese año, Bernardo de Torre Tagle, expidió un decreto para honrar la memoria de héroe chorrillano.
Aunque éste nunca había vestido de uniforme, se le dio un grado militar, como bravo combatiente por la libertad de su patria.
Desde entonces, durante todos los años posteriores, Lima y el Perú escucharon cada día su nombre: Subteniente de infantería, José Silverio Olaya, y la respuesta del Sargento Mayor de la Plaza:
¡PRESENTE EN LA MANSIÓN DE LOS HÉROES!
A José Olaya, no sólo se le debe considerar como un símbolo del heroísmo patriótico de los humildes, sino también de silenciosa inmolación, por la promesa a una patria con apetito de libertad y con su sacrificio tener una mejor vida para todos los peruanos.
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