Así como en el siglo pasado hubo leyes con nombre propio, a inicios de este siglo, exactamente hace 20 años surgió una ley -la 63/2001-CR- “Ley con ladrido propio” que declara al perro peruano perteneciente a una raza oriunda de nuestro país y de yapa Patrimonio Nacional.
Durante mucho tiempo la tradición popular y el desconocimiento le otorgaron al can sin pelo la “nacionalidad” china, sin embargo, este calvo animal es tan peruano como el ceviche o Machu Picchu y para que no quede duda de ello la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural del Congreso de la República le otorgó el sello de Patrimonio Nacional.
Existe coincidencia en que el perro chino cumple múltiples funciones: la de frazada -proporciona calor- y también le atribuyen propiedades medicinales -para el reuma, por ejemplo-, por eso a este can no sólo lo estudia la zoología sino también la arqueología, la historia, la medicina popular y la científica.
Pedro Weiss, catedrático y médico que ostenta el título de Amauta, mencionó que incluso estaba relacionado con las creencias religiosas de los primitivos americanos.
A diferencia de lo que muchos pensaban -que el perro calato llegó con los españoles y los sin pelo con los chinos-, en épocas precolombinas no sólo las llamas y guanacos eran los mejores amigos de los antiguos peruanos.
PERRO PERUANO SIN PELO EN EL ANTIGUO PERÚ
“Las esculturas peruanas del perro sin pelo son tan verídicas, sobre todo las de Chancay, que echan por tierra cualquier duda sobre la existencia de la raza en la época precolombina”. Eso es lo que indica Pedro Weiss en su obra “El perro peruano sin pelo”. Señala que la confusión nominal proviene desde la Colonia, tiempo en el que hubo cronistas, como el padre Cobo, que los tenían por traídos de China.
Existen testimonios arqueológicos -ahí están las cerámicas halladas hace poco- que confirman cómo en el Perú prehispánico el perro sin pelaje se paseaba buscando árboles por el norte en tiempos de las culturas Vicus, Chimú, Lambayeque y Chancay.
Con la Colonia los perros también pagaron pato, pues como los nativos peruanos quedaron marginados y ocuparon el grupo de la “plebe canina”, mientras que desde España enviaba nuevos ejemplares.
Hasta mediados de los años noventa era fácil encontrar a estos animalitos por las calles limeñas, especialmente en las inmediaciones del Mercado Central. Las malas lenguas decían que algunos de ellos iban a dar a humeantes pailas.
NUESTRO QUERIDO CAN SIN PELO CON LEY DE PROTECCIÓN
Luego el can entró al tobogán de la crisis, ese que lo coloca actualmente en el camino del riesgo de extinción. “Algunos lo han convertido en artículo de lujo”, nos dice Pedro Weiss, e incluso están dispuestos a pagar por ellos cifras que suman varios miles de dólares.
Afortunadamente en nuestro país el Ministerio de Agricultura es y será el responsable de preservar esta especie canina y podrá encargar a entidades públicas y privadas su conservación.
La protección del perro sin pelo está garantizada como ocurre actualmente con los camélidos sudamericanos como la Llama, Alpaca, Vicuña, entre otros.
Sin embargo, se sigue viendo estos simpáticos caninos sin casa, expuestos a enfermedades y por el descuido social se les encuentra muchas veces en las riberas de los ríos donde hurgan en la basura.
Ahora lo único que queda es esperar pues la única preocupación es que se ha reducido su número. El perro peruano -Viringo, Ccala o Ccalato- está cada vez más en riesgo de emitir sus últimos ladridos, cuidémoslos.
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