Desde hace mucho tiempo se sabe que los insectos pueden influir en otros de sus congéneres por medio de estímulos químicos. Estas sustancias que sirven para comunicarse dentro de una sociedad de insectos se llamaron inicialmente ectohormonas y, algunas veces, “hormonas sociales”.
¿En qué se diferencia un hombre de un insecto? En que el hombre se baña. Pero esto no es precisamente motivo de orgullo porque el baño es necesario para remover las hormonas antisociales que produce el cuerpo humano.
Los insectos, en cambio, no necesitan bañarse. Y no deben hacerlo para comunicarse con los demás miembros de su especie.
Recientes investigaciones parecen demostrar que estas hormonas actúan solamente sobre los órganos de los sentidos y no tienen mucha participación en el crecimiento del insecto.
Por esta razón se ha propuesto usar un nuevo término, feromona, para cubrir la gran variedad de sustancias secretadas al exterior y recibidas por otros individuos de la misma especie, en los cuales se producen una respuesta característica.
LA ABEJA REINA EMITE UN ESTIMULO
Estos “mensajeros químicos” tienen biológicos muy diversos y difieren ampliamente en su forma de acción. La abeja reina por ejemplo, segrega de sus glándulas mandibulares varios ácidos orgánicos, uno de los cuales, hidroxidecenoico, sirve como una “feromona de cohesión” que mantiene el enjambre de abejas trabajadoras reunidas alrededor de la soberana.
Esta secreción se esparce sobre el integumento o túnica de la reina durante su periodo de “luna de miel”. Por esta época, las trabajadoras forman un círculo alrededor de la reina, todas mirando hacia ella y “lamiéndola”, distribuyendo la sustancia durante el proceso de intercambio de alimentos con otras trabajadoras.
Este es probablemente el medio principal por el cual las trabajadoras se mantienen informadas de la presencia de la reina. Si ésta se retira, se nota un cambio en el comportamiento de las trabajadoras, y en el término de 24 horas empiezan a construir grandes celdas para la cría de nuevas reinas.
FEROMONAS PARA EL SEXO Y DEFENSA
Las feromonas juegan un papel importante de ambos sexos durante el apareamiento de los insectos. Sirven para atraerse desde cierta distancia y también como afrodisíacos.
Muchos insectos producen secreciones que son repelentes a los enemigos potenciales. Estas sustancias defensivas, como tales, no caen dentro de la definición de feromonas, pero pueden ser utilizadas dentro de la especie para reconocimiento, agregación y formación de huellas o caminos.
Las secreciones defensivas también son útiles para alertar y dispersar agregados de insectos. Esto se ve en la hormiga Formica rufa, cuyo ácido fórmico es un potente medio de defensa y ofensa, pero sirve también para alertar a la colonia contra un ataque e inducir así una agitación general en el enjambre.
En los último años se han aislado e identificado muchas “feromonas alertadoras” en las hormigas. La investigación continúa aceleradamente para lograr aislar e identificar estos “mensajeros químicos”, y conseguir así un mejor conocimiento de las hormonas sociales y del fabuloso y misterioso mundo de los insectos.
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