SILVESTRE: CARTA DE UN GATO DESESPERADO

Querida abuelita, soy Silvestre estoy desesperado y cuando termine de leer esta carta, ya estaré muy lejos.

Decidí abandonar el hogar y esta vez le aseguro que para no volver jamás, es que ya no puedo más, no, no, ya no más viviendo bajo el mismo techo que ese plumífero ambulante ¡por favor no!

Por su culpa, usted abuelita que es la persona que yo más quiero (salvo cuando me agarra a escobazos), ha perdido la confianza en mí.

Está bien, debo aceptar mis errores, ya sé que nunca atrapé un ratón y ni siquiera lo intenté, pero eso era porque usted me había acostumbrado a la buena vida.

Es decir, a la buena comida, y el asco y repugnancia de tan sólo pensar en un roedor como alimento me provocaba náuseas.

Ese canario Piolín es el ser más vil, canalla y malintencionado que existe sobre la faz de la tierra, él me provocaba, ¡se lo juro abuelita!

Aún en mis delicados oiditos puedo sentir su detestable voz: “Me parece que he visto un lindo gatito… es cierto, es cierto, he visto un lindo gatito”, ¡qué antipático!

Con su pose de víctima él siempre, él pobre canarito y yo el malvado gatito… si ya la estoy viendo dándome con la escoba por culpa de ese pajarraco reducido.

¡¡TOMA, TOMA, MALVADO GATITO TOMA!! Y ¡ZAS, ZAS! AYY POBRE DE MI…

Siempre me despertaba cuando estaba yo en lo mejor de la siesta, claro, usted abuelita había salido, jamás me molestaba en su presencia ¡el muy cínico!

Y empezaba ¡Despierta, despierta minino!, y me convencía para hacer las travesuras que a usted más la fastidiaban abuelita, ¡tiene que creerme!

Por eso yo me lo quería comer, no porque el instinto felino hiciera presa de mí, sino porque francamente quería desaparecerlo del mapa.

Con usted él es el ave más dulce y tierna que existe, pero cuando se va de paseo ¡cómo cambia!, es otro, si no me cree pregúntele a los amigos del público televidente.

Ellos son los mejores testigos, estoy seguro, no hay persona que simpatice con él, todos se sienten plenamente identificados conmigo.

Yo soy el que sufre, no él, soy yo el héroe de esta batalla sin final, de esta guerra sin triunfo y sin gloria, por eso abuelita, por eso me voy.

Soy la vergüenza de la raza felina, el hazmerreír de todos los gatos, dudo me acepten en algún callejón o en algún techo.

¿CUÁL SERÁ MI DESTINO ABUELITA? ¿A DÓNDE IRÉ A PARAR?

De seguro en algún basurero público buscando los restos de comida y otros desperdicios con los que alimentar y acallar mi pobre estómago.

Pero algún día ese canario despreciable me las pagará, la voy a extrañar abuelita, siempre la recordaré a pesar de sus castigos injustos.

De las noches sin mi lechecita y mi almohadita calientita, porque usted haciendo caso de las calumnias de Piolín, me arrojaba a la calle.

Pero con todo eso no la olvidaré, espero que los remordimientos la dejen dormir tranquila, después de todo usted siempre vivió engañada.

Adiós dulce viejecita, adiós y le pido se cuide mucho, y cuide también a Piolín que a pesar de todo no le guardo rencor. Silvestre.

ARTÍCULOS SUGERIDOS