Como una invitación a volver los ojos a la Lima olvidada, como amante de la historia reproducimos aquí una bella página tipo reseña sobre un breve paseo por la Alameda de los Descalzos.
Nuestra preocupación por el progreso urbano de Lima en sus sectores nuevos, hace que echemos en el olvido y a veces en abandono sus rincones antiguos. Un afán de confort moderno, nos desvía del culto que debemos a la que nuestra ciudad conserva de más amable y evocador.
Tal ocurre, por ejemplo, con la primera alameda limeña perpetuamente poblada de recuerdos, cantada por los poetas, pero olvidada casi por el limeño de hoy. Pocos lugares, sin embargo, más llenos de sabor, más gratos al reposo y al recogimiento del viandante.
A la sombra de sus árboles, no sólo disfrutamos de reconfortante solaz, como que nos identificamos con el espíritu mismo de la vieja ciudad.
Como podrá apreciar el lector, sus apreciaciones respecto de la Alameda no han perdido vigencia y parecen más bien dedicadas a su estado actual.
En 1610 y luego de concluido el monumental Puente de Piedra, el Virrey Montesclaros procedió a coronar su gran obra con la creación de la Alameda, que sirvió pronto de aliciente y lugar de atracción hacia esos barrios de toda la aristocracia, que hasta entonces no los frecuentaba.
La Alameda fue mandada a construir por el virrey Juan de Mendoza y Luna, III marqués de Montesclaros en 1611 a similitud de la Alameda de Hércules, jardín público construida en 1574 en la ciudad de Sevilla, España.
El estreno de la Alameda grande, así llamada en su origen, por no existir todavía a su espalda la Recolección de los Descalzos que fundara en 1617 fray Andrés Corso, fue un acontecimiento notable para Lima.
Ubicada al norte de la plaza de Armas de Lima a unos 900 metros y al final de la Av. Alcázar fue bendecida el arzobispo don Bartolomé Lobo Guerrero y las fiestas siguieron por espacio de tres días.
PASEO DE JARDINES TESTIGO DE TRADICIÓN ORAL LIMEÑA
Después de construida en 1766 la Plaza de Acho y fundada por el virrey Don Manuel de Amat y Junyent, hizo a la de los Descalzos el valioso obsequio de tres pilas que no sabemos la suerte que corrieron.
En 1770 el virrey Amat al mismo tiempo de reconstruir la Alameda y embellecerla -según dicen por amor a su “miquita”, como llamaba a Micaela Villegas (la Perricholi)– sembrándose árboles y especies florales como capulíes, aromos, ñorbos y jazmines, así como renovar las fuentes.
Por aquellos tiempos en que la tradición oral limeña cuenta que respecto a este lugar se tenían encuentros furtivos por amantes prohibidos, en donde las chicas de la época eran acompañadas por chaperonas. Como los conocidos relatos secretos, entre sonrisas y coquetería picarescas entre las famosas tapadas al encuentro de afanosos y enamorados caballeros.
La más famosa historia de romance y amor que ha perpetuado a través del tiempo es la del virrey Amat, él catalán enamorado de su Perricholi, amantes de intensa pasión y que pertenecieron al chisme popular de la sociedad de aquella época.
Terminada la guerra de la Independencia, la Alameda, como todo lo que hizo brillar por estos mundos la Corona de España, fue entregada a los tapujos inmorales de unos, a la busca de otros, y para que la libertad fuese completa, a las necesidades de los gallinazos que allí sentaron sus reales dominios.
ASPECTO ACTUAL ES GRACIAS AL GOBIERNO DE RAMÓN CASTILLA
Un acaudalado vecino de la localidad, persona de exquisita cultura, tuvo a bien aceptar el encargo que el paternal Gobierno de Castilla le hiciera por resolución de 19 de enero de 1856, para que salvase, mejorándolo a su gusto, el histórico, paseo donde ha quedado escrita la gracia limeña que se llevaron a la tumba las fiestas de Amancaes y la Porciúncula.
El señor don Felipe Barreda ha perpetuado también allí su nombre. Sobre el área de 60,696 varas cuadras que mide el terreno, y una decencia que poco se acostumbra en el manejo de los fondos públicos.
Realizó de maravilla la comisión de los trabajos, así como la colocación artística y correcta de aquellas doce soberbias estatuas que representan los signos zodiacales y algunos dioses de la mitología griega.
Entre los Dioses que custodian la entrada encontramos a Ceres, Diana o Amazona, Flora, Hebe, Zeus, Cronos y a Poseidón mirando directamente a la entrada de la Alameda, frente a la que fue la casa de la Perricholi.
Los doce signos del zodiaco están representados magníficamente por estatuas ricamente esculpidas por diversos escultores y distribuidas a lo largo de la histórica Alameda.
RESTAURACIÓN DE LAS ESTATUAS ZODIACALES
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ESTE PASEO O ALAMEDA TIENE MÁS QUE CONTAR
De la misma época se colocó un relieve en metal representando el escudo nacional, complementado con haces de banderas y trompetas, bajo el escudo una inscripción: “República Peruana”.
Cien jarrones de fierro y, los cincuenta hermosos bancos de mármol que hay, son obra suya; lo mismo que la de la verja que tiene 1169 varas castellanas de largo y seis pies, dos pulgadas inglesas de alto, el estanque circular con agua propia, traída por cañería de fierro desde el vecino cerro de los Ramos.
Los faroles de alumbrado y todo cuanto hay o hubo hasta hace pocos años, amén de miles de plantas que daban aspecto de verdadero y florido jardín a este sitio de solaz, fue debido al mencionado caballero.
La Alameda de los Descalzos guarda en sí misma historia y en sus pasos tradición, cultura y mantiene en el imaginario de la gente las tradiciones orales de épocas de colonia y república.
ESTADO ACTUAL DEL JARDÍN
Luego de más de cuatro siglos y ante sus múltiples cambios y mejoras se puede decir que el estado actual de la Alameda de los Descalzos en este siglo XXI es afortunadamente de un buen mantenimiento por parte del gobierno de turno.
Se visualiza una mejora en todo el lugar, limpieza pública, seguridad y a quien corresponda el mérito la restauración de las mencionadas esculturas de mármol que la embellece y ennoblece. Los jardines están siendo regados y cuidados por personal de la entidad encargada de los parques.
Quien escribe aplaude el gesto, ya que mantener en buen estado un pedacito de nuestra historia es amar lo nuestro y dejar un legado a los que vienen.
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