Margaretha Geertruida Zelle nace el 7 de agosto de 1876 en Leeuwarden (Paises Bajos), siendo más conocida con el nombre de Mata Hari desde que hizo famosa en la ocupación de bailarina, pero con la duda de si fue espía o una mujer enamorada.
Un periodista holandés. Sam Waanegaar, publico un libro que ha servido para esclarecer muchas dudas respecto de la vida de la bailarina.
Consultando en el expediente que permanece secreto en Paris, Waanegaar se dedicó a seguir por muchos países el rastro de “la estrella” de los primeros años del siglo XX.
¿Era o no culpable Mata Hari? ¿Era o no la tenebrosa espía al servicio de los alemanes que seducía a los oficiales para obtener valiosas informaciones? ¿Fue injustamente fusilada en las cercanías del bosque de Vincennes en 1917?
Estas y otras turbadoras preguntas son las que se plantea Waanegaar y a través de investigación minuciosa, consigue descorrer velos sobre Mata Hari.
Si en 1910 se hubiera preguntado a la élite parisina, quien era la mujer que respondía a tan exótico nombre, la respuesta habría sido muy simple: una bailarina desnuda. En verdad, hoy puede decirse que Mata Hari fue la inventora del strip-tease, aunque esta palabra, durante “la belle epoque”, aún no era conocida.
Sólo en algunas casas clandestinas, en París, aparecían mujeres desnudas ante los asistentes. En la escena se cubrían con gasas vaporosas o mallas (“collant”) color carne, pegadas al cuerpo.
Pero el 13 de marzo de 1905, en el Museo de Arte Oriental de París (Guimet), los espectadores vieron estupefactos las evoluciones de una “bailarina sagrada de la Isla de Java” que, sabiamente, comenzó a despojarse unas tras otra, de todas sus prendas íntimas hasta quedar totalmente desnuda… solo por brevísimo instante.
MATA HARI TRIUNFA EN ESCENA
La prensa habló entonces, prodigiosa y entusiastamente, de las razones del triunfo en escena: se dijo que se preservaba “la ilusión de la castidad” puesto que la bailarina simula estar sola en el escenario, se desviste inocentemente y el público la mira como a través del ojo de la cerradura.
Así, en una sola noche, Mata Hari se hizo famosa. Su nombre -se decía- significaba “Ojo de Día” y había nacido en las Indias, de una sacerdotisa de Brahma. Una tragedia personal la había hecho abandonar su país y para olvidar su tristeza, ella bailaba.
Cuentan testimonios de entonces que Mata Hari era muy bella. Tenía largas espaldas, caderas generosas, piernas perfectas y sólo escondía los senos que permanecían obstinadamente ocultos por dos conchitas de metal. (Un pintor, para quien ella había posado desnuda, sabía que eran lo menos seductor de ese cuerpo).
La estrella de Mata Hari comenzó a brillar. En menos de dos años se convirtió en la favorita de petimetres y snobs y fue la vedette más popular del teatro Olympia, en París. Su fama se hizo internacional y se iniciaron los viajes por Madrid, Monte Carlo, Viena, hasta consagrarse, nada menos, que en la Scala de Milán.
Deja así de ser “la bayadera secreta” para convertirse en estrella y cortesana. Vive en palacios y es mantenida, sucesivamente, por ricos protectores que, por coincidencia, son casi todos ellos banqueros.
Mata Hari gasta fortunas en joyas y trajes. Sorpresivamente deja la escena para reaparecer más tarde. Es que alguna aventura galante la hace seguir los pasos del amante de turno. La leyenda crece a su alrededor. Sólo ella conoce el reverso auténtico de la medalla dorada, la angustia del porvenir y el recuerdo de un pasado atormentado pero prosaico.
LA VERDAD SOBRE MARGARETHA ZELLE
Porque la vida de Mata Hari es la siguiente: En 1882, los habitantes de Leewarden, en Holanda, ven pasar a la pequeña Margaretha Zelle, que por primera vez va al colegio, en una carroza en miniatura tirado por dos cabras. Su padre era Adam Zelle, a quien los vecinos llamaban respetuosamente “el Barón”, aunque era simple sombrerero con manías de grandeza.
En 1889, el sombrerero cae en quiebra, se refugia en La Haya y sueña inúltimente en una revancha con la fortuna que solo llegará para su hija. En 1895, Margaretha es institutriz. Un día, hojeando una revista, encuentra un aviso matrimonial. El coronel Rudolf Mac Leod, oficial de origen escocés, quiere casarse y busca esposa. Margaretha envía su foto y es elegida. Parte con su marido a las Indias Holandesas y allí tiene dos hijos. En Sumatra, en 1899, le acontece horrible tragedia: su hijo, de dos años, es asesinado por un indígena, no se sabe bien porqué.
La vida de Mata Hari empieza a disgregarse. Separada de su marido, viaja a París. Comienza su carrera de bailarina y obtiene el éxito ya comentado.
En víspera de la guerra de 1914, Margaretha tiene ya 38 años. En su pasaporte, femenina y disimuladamente, altera números y rebaja dos años de edad. Viaja a Berlín para encontrar a uno de sus antiguos amantes, el teniente Kiepert, hasta que el 2 de agosto, la agenda de Mata Hari consigna: “Teatro cerrado. La Guerra”.
En el expediente que posteriormente la condice a la muerte, están cuidadosamente anotadas las relaciones amorosas -sin embargo, inocentes- de Mata Hari con oficiales alemanes. A ella le gustaban los militares y ese fue un hecho inconvertible en su vida.
UNA MUJER ENAMORADA
El gran amor de Mata Hari aparece en la persona de un capitán ruso, Vadim de Masslof quien, herido de gravedad, es recluido en Vitel (Francia). Para verlo, Margaretha pide un salvoconducto. Es el capitán Ledoux, un francés sigiloso y exigente quien se lo extiende y le pide trabajar para su causa.
Mata Hari solo tiene anhelo por conservar a Masslof y acepta de inmediato la idea de espiar para los franceses. Total, los secretos de alcoba son para ella, los más fáciles de conseguir.
Semicegado por los gases, Masslof vive un romance con Mata Hari en las blancas salas del hospital. Ella decide juntar dinero para arreglar su situación. Y viaja a Bélgica, a bordo del “Holandia” donde es arrestada por un malentendido. Todo se precipita a partir de ese incidente. Creyendo que los británicos, por ser aliados de Francia, le ayudaran, confiesa ser espía francesa. Ledoux, advertido, se enfurece por su falta de discreción y le ordena regresar a Francia.
Y aquí nace el gran pecado de Mata Hari. Deseosa de ganar dinero (ofrecido por el servicio de espionaje francés) a fin de ayudar a su amante recluído en Vitel, Mata Hari decide llevar las cosas por su cuenta. Viaja a Madrid, pide instrucciones, no obtiene respuesta alguna, se enreda con el Agregado Militar alemán, Von Kalle y, por último, regresa a París.
Allí encuentra a su ex nocvio, ya totalmente restablecido, apenas si la conoce. Ledoux le echa en cara su irresponsabilidad y se niega a respaldarla.
TRISTE FINAL PARA UNA ESPÍA
El 13 de febrero de 1917, Mata Hari es detenida en su departamento. El juicio contra ella se abre. ¿De qué la acusan?
Una carta interceptada del alemán Von Kalle, alude y señala Mata Hari, como espía al servicio, de los alemanes y la consigna con la matrícula H21.
Mata Hari aclara así las cosas: Que en el año de 1916, un tal Mr. Kramer, cónsul alemán en Amsterdam, le pagó veinte mil francos por informaciones que escribiría con tinta simpática y que firmaría con la clave H21. Mata Hari habría aceptado el hecho como revancha, porque le había sido robada una valija. Esto lo contó a Von Kalle en Madrid, para “entrar en confianza” y así comienzan a atarse cabos de algo inexistente.
La carta interceptada a Von Kalle cuenta este hecho. La suerte de Mata Hari está echada. El 24 de julio, el Tribunal Militar se reúne y la condena. Mata Hari, con extraordinaria presencia de ánimo, se levanta del banquillo de los acusados, consuela a la religiosa que la asiste, la hermana Leonidas, que llora a mares y se dirige en silencio hacia el patíbulo.
Por las calles vacías de París, en ese oscuro y poco cálido mes de octubre, Mata Hari va hacia el pelotón, vestida de gris perla, con un sombrero de paja. Algunos mechones incoloros se escapan bajo las alas y, a última hora, la ex bailarina rehúsa que le venden los ojos.
Frente a ella hay dos filas de seis hombres uniformados, armados con fusiles. El último oficial que vio en su vida -y al que no pudo seducir- señaló con la mano en alto la orden de ¡Fuego!
El 15 de octubre de 1917 Mata Hari cayó sin vida, como en el último número de una danza que fue, para ella, macabra.
Este artículo está dedicado a una mujer increíblemente bella en su gran parecido a Mata Hari. Sin duda alguna sus ojos bellos y la mirada hipnotizante pertenecen a Carol Lujan.
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