SAN JUAN BOSCO APÓSTOL MODERNO DE LA NIÑEZ

«No con golpes, sino con dulzura y caridad te los harás amigos»

Una de las glorias más puras de Italia, Don Bosco fue uno de los más grandes benefactores de la humanidad y por tal Apóstol de la Niñez.

Su muerte ha representado para la gente el principio de una celebridad que cubre al mundo y penetra todas las clases sociales, y durará tanto como la humanidad.

Don Bosco descubrió con medio siglo de anticipación sobre el resto de los mortales, dos principios que son hoy aceptados universalmente.

Para enseñar hay que amar, los jóvenes de las clases obreras también tienen derecho a la enseñanza y formación de sus inteligencias y sus espíritus.

Juan Bosco nació en el caserío de los Becchi el 16 de agosto de 1815, sus padres eran labradores, cuando tenía tan solo dos años de edad murió su padre.

Su madre, Margarita Occhiena tuvo que sacar adelante la familia, años de angustia y estrecheces, los hijos empiezan a colaborar en la medida de sus fuerzas para mantener la casa.

El trabajo en el campo, cuidar su reducido ganado e ir al mercado a vender productos eran el único sustento y preocupación constante de Juan.

UN SUEÑO MARCO MI VIDA PROFUNDAMENTE

Es en esta época de su vida cuando se graba en él una idea fija que habría de marcar su existencia con un sello imborrable y Juan Bosco lo cuenta en sus Memorias.

Estaba en un tumulto de muchachos que jugaban y, en medio de su apasionamiento, decían blasfemias en alta voz, el Poschetto se arroja contra ellos y los golpea.

Pero se le aparece un señor que le dice: “No con golpes, sino con dulzura y caridad te los harás amigos”

El señor majestuoso le presenta seguidamente quien había de ser su Maestra, una mujer hermosísima, de vestiduras resplandecientes, entonces Juan siente la necesidad de aprender a leer.

Un vecino le enseña las primeras letras, cuando sale al campo con la vaca lleva consigo en el zurrón el catecismo y a los once años hizo su primera comunión.

Quiere estudiar para poder llegar a ser sacerdote y enseñar a los niños, a pesar de la oposición de su hermano Antonio, Juan empezó a estudiar latín y gramática italiana, ya que los labradores de la región hablaban dialecto piamontés con Don Caloso, párroco de Murialdo.

Abandona su casa, huyendo de la persecución de Antonio, opuesto terminantemente a que deje el campo para dedicarse a los estudios y se contrata como pastor en la casa de unos amigos de la familia, en Chieri.

A los 16 años, va por primera vez a una escuela en Castelnuovo, su madre paga al maestro con maíz, panes de centeno o vino y tiene que andar cinco kilómetros de ida y vuelta cada día, haga frío o calor.

DON BOSCO TUVO DIVERSOS OFICIOS

Trabajo en diversos oficios: equilibrista, sastre, herrero, pastelero, cantor de iglesia, todo esto para poder pagar su pensión en Castelnuovo y para comprar libros.

Posteriormente pasó al Liceo de Chieri y aprovechando su prodigiosa memoria destacaba inmediatamente en los estudios.

Enseñaba el catecismo a sus compañeros de estudio y les impedía blasfemar, aquel sueño de su infancia empezaba a realizarse.

Gracias a la ayuda económica de los vecinos de Castelnuovo, pudo ingresar en el seminario de Chieri y vestir por primera vez el hábito clerical el 25 de octubre de 1835.

Fueron los del seminario unos años de silencio y perfeccionamiento espiritual, para luego el 5 de junio de 1841 fuera ordenado sacerdote en Turín.

Este día escribió en su cuaderno de notas: “El sacerdote no va solo al cielo ni al infierno. Al cielo va con las almas que ha salvado con su ejemplo. Al infierno, con las que se han condenado por su escándalo”.

Su madre, le dijo simplemente: “Comenzar a decir misa significa comenzar a padecer, ¡¡Juan, mi Juan! ¡¡Vas a comenzar a sufrir!

Don Bosco, ya sacerdote, fue a Turín para perfeccionar sus estudios eclesiásticos viviendo en un convictorio (especie de residencia para sacerdotes) y en las horas libres visitaba las cárceles y los hospitales.

COMO SACERDOTE PUDO HACER MÁS POR LOS NIÑOS

Hasta 1844 vivió en el Convictorio de San Francisco, durante este primer periodo de su vida sacerdotal, empezó ya a poner los cimientos de esa institución que es hoy día conocida en el mundo entero: el Oratorio Festivo.

El primer muchacho travieso, chiquillo de la calle, llegó a Don Bosco el 8 de diciembre de 1841 y este trajo a otros.

Don Bosco los reunía el domingo entreteniéndolos con juegos e historietas les enseñaba a leer y junto a todo les inculcaba el catecismo.

Por aquellos días, Silvio Pellico,  el famoso poeta y narrador, compuso para Don Bosco versos de una canción que todavía se canta en los Colegios Salesianos: Angelito de mi Dios.

Este primer Oratorio fue el núcleo inicial de toda su labor posterior entre los jóvenes desamparados.

Las personas se entusiasmaban con la labor que realizaba y se convirtieron en su apoyo y ayuda además de defensores de su obra.

Al mismo tiempo surgieron detractores, los envidiosos, los que intentaban una vez y otra estorbar su trabajo, manifestando que era una obra revolucionaria y peligrosa.

Pero él sigue adelante, vio la tarea que había de realizar: miles de niños de todos los países del mundo, acogidos en vastos edificios con aulas para clases y dormitorios, talleres de aprendizaje, patios y campos para juegos.

Maestros y sacerdotes que les enseñaran a ser hombres honrados, ciudadanos útiles, algunos de estos muchachos podrían llegar a ser incluso sacerdotes.

DON BOSCO CON SU PRIMERA IGLESIA

Don Bosco tuvo su primera iglesia, San Francisco de Sales en 1852, llegó después el segundo Oratorio: San Luis Gonzaga.

Aparecieron los primeros salesianos, los miembros de la “Sociedad de San Francisco de Sales”, más tarde vinieron las “hijas de María Auxiliadora” y la “Pía Unión de Cooperadores”.

Fue a Roma varias veces, se entrevistó con el Papa, expuso las reglas de las Congregaciones, su obra grande inspirada por Dios lleva el sello de la persecución en sus comienzos.

SAN JUAN BOSCO APÓSTOL MODERNO DE LA NIÑEZ

Persecución de los malos y también de los buenos, la congregación de los Salesianos no fue una excepción a este regla.

El 31 de enero de 1888 moría Don Bosco, la Sociedad de San Francisco de Sales tenía entonces ya su aprobación canónica.

A su muerte existían entre Europa y América 74 fundaciones salesianas y más de 800 religiosos, en 1929, Juan Bosco era proclamado Beato.

El 1° de abril de 1934, Pío XI canonizaba a aquel humilde pastorcillo del caserío de los Becchi: Don Bosco, el apóstol moderno de la juventud, pasaba a formar parte de la Historia con el nombre de San Juan Bosco.

Existe una leyenda popular sobre Don Bosco, que lo presenta como santo milagroso y portentoso.

Su biografía, en efecto, nos habla de hechos extraordinarios que tuvo que realizar a los largo de su vida.

Toda la labor de este hombre extraordinario está atravesada por una idea absorbente y totalitaria: la educación de la juventud desamparada.

Para el desarrollo de esta idea fueron surgiendo en el tiempo cuatro instituciones diferentes, unidas todas entre sí por el móvil que las alumbró.

Fueron el Oratorio Festivo y los centros de enseñanza, la Pía Sociedad Salesiana, las Hijas de María Auxiliadora y la Pía Unión de los Cooperadores Salesianos.

Fue un auténtico caudillo de hombres, pero nada de esto fue realizado por motivos de gloria humana.

Su amor a los demás tenía un fundamento que es capaz de remover las montañas: en cada pobre, en cada niño, en cada ignorante, en cada ser débil y oprimido hay un Cristo que padece y que nos dice: “¿Qué quieres tú hacer por mí? Don Bosco es un santo y fue uno de ellos.

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