Es en el claustro materno, sublime misterio de la creación humana, en donde una madre ejemplar, ya puede imprimir las bases espirituales de su hijo futuro.
Porque la madre, alma de la especie, fuente inagotable de la inmensa humanidad, posee la sublime virtud del sacrificio y la suprema inteligencia del corazón.
Toda la historia de la humanidad, nos brinda magníficos ejemplos de madres abnegadas que influenciaron poderosamente en el destino de sus hijos. La hermosa misión educadora que la madre desempeña en la perfección espiritual de los hombres y de los pueblos, aún no ha sido comprendida ni justipreciada; y, sin embargo, de ella dependen las sólidas bases del edificio moral de las naciones.
BIENAVENTURADOS LOS POBRES, QUE TAL MADRE HAN TENIDO
Es una de las nobles frases, con que el gran maestro Sarmiento, evoca a la madre que le dio el ser. El apóstol argentino, que, desde una simple escuelita de San Juan, llegó a la magistratura suprema, interrumpía siempre sus andanzas, para ir y abrazar a la que tanto le era deudor; y ella, contemplándole solía decirle: “Se debe desear ser madre, para dar a la Patria, hijos como tú.
Y es que Paula Zoila Albarracín, símbolo supremo de la madre argentina, había enseñado a su hijo, que el trabajo por más humilde que él sea, ¡ennoblece y dignifica al hombre! Por eso Sarmiento, en el sendero escabroso de su vida ejemplar, aceptó ocupaciones tan rudas como mal retribuidas. Y desde ellas, avanzando y retrocediendo, llegó a ocupar el más alto sitial que pueden ocupar un ciudadano: la Presidencia de la República.
TODO CUANTO SOY Y LO QUE PUEDA LLEGAR A SER SE LO DEBO A MI SANTA MADRE
Decía Abraham Lincoln. El humilde campesino, cuya brillante carrera, es un digno ejemplo para la juventud luchadora. En un ambiente mezquino y de suma pobreza, el niño Lincoln, aprendió con ella a leer, y a escribir, y nunca perdió, como se lo aconsejaba su madre, la oportunidad de leer cuanto libro podría encontrar.
Si hay algún ejemplo que todas las madres deberían imitar, si hay algún estímulo para todas las madres pobres y abnegadas, es la grandiosa obra que realizó la madre de Pasteur.
De aquel genio incomparable de la medicina a quien el mundo debe la salvación de tantas vidas; Juana Estefanía Roque, humilde lavandera que trabajo durante toda su vida para alentar y estimular al hijo querido que amaba tanto el estudio.
Nuestra Patria necesita muchas de estas madres. Madres dignas, Madres educadoras que, en los momentos cruciales de la formación del alma de sus hijos, abran con amor los surcos primeros para forjar la recia personalidad futura. Porque es la tarea más noble y grande que pueden realizar en este mundo.
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