Los especialistas en hurgar temas escabrosos siguen suministrando ciento noventa y nueve años después, nuevos datos en torno a la compleja personalidad de un hombre histórico digno de novela: la pasión prohibida de Napoleón, Paulina Bonaparte, su bella hermana, muerta un 9 de junio de 1825.
La viuda de Paulina en buena parte configura una página secreta de los archivos de la historia. Sobre todo en el capítulo que habla de sus amores con su propio hermano.
¿Hubo realmente incesto en las relaciones de los hermanos Bonaparte? ¿O todo es producto de la maledicencia de los historiadores y los cronistas de la época?
MEMORIAS MORDACES DEL EMPERADOR
Esas fueron las que escribió ese personaje que se llamó Fouché. Muchos creen que las Memorias eran apócrifas. En ellas se hace referencia a un hecho que no hace más que fortificar las opiniones de algunos historiadores de ese tiempo con respecto a la vida íntima de Napoleón.
Fouché dice que cierto día Paulina fue a consultarle acerca de un caso de lo más espinoso: “Mi hermano -le dijo Paulina- tiene ideas de casarse conmigo”. Y como quiera que Fouché se escandalizó y le digiera que semejante unión era imposible, Paulina replicó: “¿Por qué?… ¡Los Reyes de Persia se casaban con sus hermanas!”.
Y no era, dice el autor de las Memorias, que Paulina hubiese descubierto este argumento, sino que, en aquellas circunstancias, era el eco fiel del proyecto de su hermano.
Taine ha escrito que Napoleón era un italiano del siglo XV, un contemporáneo de los Borgia y de los Maquiavello, y que no se le podría juzgar equitativamente con arreglo a las normas de la moral contemporánea.
En cuando a Paulina, las conveniencias sociales no la embarazaban mucho. Ella misma en una oportunidad le dijo a Madame Mathis, una de sus damas de honor, quien había sido solicitada por Napoleón y se había atrevido a resistírsele:
“Sabed, señora, que no se debe decir que no a una voluntad expresa del Emperador. Yo misma, que soy su hermana, si el Emperador me dijese: Yo quiero, yo le respondería: señor, estoy a las órdenes de Vuestra Majestad”.
SU MAJESTAD NAPOLEÓN A LA ORDEN
No cabe duda que Paulina habría cedido a las “órdenes” de Su Majestad, a poco que su Majestad hubiese manifestado su deseo.
Paulina Bonaparte fue una de las mujeres más bellas de su tiempo. Fue conocida por su belleza y por el uso que hizo de ella. Un contemporáneo que vivió en la intimidad del Emperador y pudo haber visto de cerca a la familia imperial.
Decía de Paulina “que, a partir de la mujer del Emperador Claudio, ninguna mujer la ha sobrepasado en el empleo que Paulina se ha atrevido a dar a sus encantos”.
Más adelante el conde de Jaucourt, Ministro de Negocios Extranjeros de aquella época, escribía: “La ninfa Paulina, cuya ingenuidad no disminuye con la edad, ha escrito a dos coroneles amigos suyos. A uno, que Bonaparte es demasiado celoso para que pueda autorizarle a ir a verla (autorizar al coronel); al otro, que se apresure a ir, pues Napoleón no la ve más que por el día, y que él (el coronel) podrá disponer de la noche y de la madrugada. Llama a su augusto hermano “viejo podrido” y pide dos botellas de Ron”.
Y añadió luego: “Si supierais lo que acabo de ver… ¡He sorprendido al Emperador!, al Emperador, ¿comprendéis?… en brazos de Paulina”.
Y Josefina aliviada ya por la confidencia, salió precipitadamente dejando a los amigos atontados. Volney dijo entonces: “Es muy capaz de ello. No admite que nada se resista a sus órdenes, a sus caprichos, a sus fantasías”.
LA ENCANTADORA MARIA PAOLETTA
La noche del 20 de octubre de 1770, en la casa de Strada Malerba, en Ajaccio, la señora Bonaparte, traía al mundo a su décimo hijo. Esta vez fue una niña a quien le pusieron de nombre María Paoletta, es decir, Paulina.
A los diez años María Paoletta era una encantadora niña, vivaz, chispeante, maliciosa. Era la alegría y el encanto de la casa. Cuando su padre muere en 1785, ella no conoce todavía a Napoleón que está en Francia con Luciano, José y Elisa, sus hermanos mayores. Ese momento Napoleón tiene 17 años y ya es subteniente.
Después ella quedará extasiada ante este hermano once años mayor, que es un joven oficial con brillante uniforme, un aire grave y una mirada de fuego. Por su parte Napoleón encuentra a esta pequeña hermana bonita y adorable.
Ella será la hermana preferida y también la única que le permanecerá fiel en la desgracia.
Poco después la casaría con su ayudante, un joven oficial llamado Víctor Manuel Lecrere quien moriría víctima de la fiebre amarilla en la Isla de Santo Domingo. Diez meses después de la muerte de su marido.
Paulina se une en segunda nupcias con el príncipe Camilo Borghese del que se separaría más tarde durante toda una etapa de vida cortesana para luego ensayar una reconciliación poco después de la caída de Napoleón y su muerte.
UNA SORPRESA DOLOROSA
La escena que refiere a continuación Cabanés no necesita comentario alguno por la evidencia de los hechos.
Cierto día de 1806 se encontraban conversando tranquilamente dos personajes de la corte de Napoleón. Uno era Volney y el otro Hochet que después llegó a ser secretario general del Consejo de Estado.
De súbito alguien abrió la puerta ingresando violentamente al recinto. Era la esposa del Emperador, la Emperatriz Josefina.
“¡Ah, mi querido Volney, amigo mío!”… ¡Qué desgraciada soy!, exclama Josefina entre sollozos. “¡Calmáos, señora!, calmáos -dice Volney-, acostumbrado a semejantes escenas provocadas por las infidelidades de Napoleón. “¡Napoleón os ama, volverá a vos, quizá os hayáis engañado!…”. “¡Calláos, interrumpe Josefina! ¡El emperador es un miserable!”.
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