Sarita Colonia nació el 1 de marzo de 1914 en la ciudad de Huaraz, una niña cuyo humilde cuna hacía presagiar que años más tarde recibiría homenajes multitudinarios y que su nombre Sarita colonia, se repetiría una y mil veces, con reverencia y agradecimiento.
El mausoleo construido por sus devotos en el cementerio Baquijano del Callao, en donde fue enterrada en una fosa común, está siempre lleno de personas que acuden sea en son de súplica para que ella interceda ante el señor por alguna gracia, sea para agradecer el milagro recibido.
Jacinto Severiano Tello, madre de seis niños dice, que los dolores de cabeza la tenían desesperada: “Me mojé la cabeza con el agua de las flores que están al costado del retrato de Sarita y ahora estoy bien”.
“Tenía las piernas casi paralizadas mi brazo izquierdo también, me dieron una receta me costaba miles de soles y no tenía dinero ni para comer. Estaba en una farmacia llorando, cuando un señor que no conocía me compro todos los remedios. Años antes, cuando esto era pampa, fosa común, vine a rezarle para que cure a mi hijita, que estaba desahuciada.
Hoy tiene 19 años, mi segunda niña se llama a Sarita y aunque vivo muy lejos, siempre vengo”, expresa Violeta Barsallo Saénz.
MUCHAS SARITAS
En efecto, notamos que varias de las niñas que se encuentran en el mausoleo (de unos cinco por tres metros), responden al nombre de Sarita, muchas de las cuales vinieron al mundo por los ruegos que sus padres hicieron a Sarita Colonia o por haber salvado sus vidas.
“Mi hija nació después de 36 horas de gran sufrimiento, tenía a consecuencia de ello un mal cardiaco, recé con fe, no necesitó operación y hoy ella juega y corre como cualquier niña” dice Lastenia Briseño Flores, quien viene desde El Alto, Talara, a poner una placa de agradecimiento mientras abraza a Sarita del Pilar.
SARITA COLONIA LA «CHINITA MILAGROSA«
Los devotos se dirigen a ella como una hermana; en algunas placas que casi cubren las paredes del mausoleo se lee “gracias chinita por el milagro”. Una placa colocada por Marcos Calderón, agradece el milagro recibido, dando testimonio del fervor del recordado entrenador aliancista.
Un niño de 11 años nos cuenta que él venía a ver a Sarita “porque mi hermana se escapó de la casa, mi mamá pidió por ella y al día siguiente estaba de regreso”. Momentos más tarde, un pequeño de 9 años, apoyado en muletas llega con varios amiguitos”, “le tengo fe porque yo tenía polio y no podía caminar; hoy ya puedo hacerlo”, nos cuenta con una sonrisa en su carita.
Un robusto moreno, de 37 años, solloza ante la imagen de Sarita. “Ella es muy milagrosa, hace 10 años yo no tenía trabajo, estaba desesperado, unos amigos me trajeron acá y al día siguiente estaba entrando a trabajar, sin tener documentos, a la Agencia de Aduanas Bellavista, donde trabajo hasta ahora. Nunca me falta dinero y por eso vengo y compro llaveros con su imagen que los regalo a los devotos” explica a un conmovido Julio Alemán Morales, quien uniendo la acción a la palabra, me entrega un llavero.
PROTECTORA DE LOS HUMILDES Y MARGINADOS
Muchos fieles van desfilando ante la imagen de Sarita, el aspecto de algunos de ellos nos dice a las claras su condición de vivir al margen de la ley. Nos acercamos a uno y, en efecto, era lo que suponíamos. “Sarita nos ayuda porque sabe que nuestra vida es dura, ella fue humilde, estuve en Lurigancho por lesiones y ella me protegió mucho, es bravo estar adentro. En otra oportunidad me sacó de la puerta de la cárcel. Ahora estoy tratando de iniciar una nueva vida. Ella es una cholita linda y milagrosa”.
COMO SE INICIÓ LA DEVOCIÓN
Sus hermanas Rosa y Esther nos dicen que Sarita fue una joven muy sufrida, trabajadora y laboriosa, era dulce, alegre, le gustaba bordar, tejer. Ella trabajaba en casas para ayudarnos. No había día que no trajera a algún anciano, un niño pobre y hasta perritos traía.
Compartía lo poco que teníamos y siempre alcanzaba. Ella era así, por eso, cuando murió, acudían a su tumba y así se fue extendiendo la devoción por ella”. Autoridades eclesiásticas quisieron prohibir se le hiciera el mausoleo y que se venere su imagen, pero la fe popular ha desbordado todo intento al respecto.
“Su muerte, el 20 de diciembre de 1940, fue a consecuencia de haber tomado aceite de ricino, le hizo daño. Esa es la verdad y no otra”, dicen sus hermanas; pues circulan muchas versiones de la muerte de Sarita. “Ella siempre decía que quería estar enterrada en una fosa común, junto a sus pobres y así fue, pero sus devotos construyeron el mausoleo”.
Cerca de su retrato, dos cajitas musicales, obsequio de un devoto, lanzan al aire unas notas dulces y melancólicas, en tanto sus fieles siguen trayéndole flores que nunca le faltaran.
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