PINOCHO UN MUÑECO INMORTAL DE BUENA MADERA

PINOCHO UN MUÑECO INMORTAL DE BUENA MADERA

La costumbre de mentir no es precisamente un detalle por el que alguien pueda ser recordado con simpatía. Sin embargo, Pinocho, el entrañable muñeco de buena madera cuyo nombre se menciona a los niños para hacerles creer que si no dicen la verdad les crecerá la nariz, lo ha conseguido.

Protagonista de mil adaptaciones y objeto de múltiples interpretaciones, esta marioneta ha alcanzado en los sueños de generaciones y generaciones de niños la vida que tan arduamente persiguió en las aventuras que su autor, Carlo Lorenzini, tramó para él en la ficción.

Parece mentira, pero el travieso personaje apareció por primera vez hace 140 años y desde entonces sus peripecias han cautivado a niños y adultos, ya sea a través de la narración en su forma original o de las incontables versiones ilustradas y adaptaciones cinematográficas que ha inspirado.

Su autor, Carlo Lorenzino (Florencia, 1826-1890), adoptó el seudónimo de Collodi en homenaje al pueblo así llamado, ubicado en la región toscana, en el que había nacido su madre y donde él mismo vivió varias temporadas durante su niñez. Desde muy joven ejerció con pasión el periodismo y la política, siempre como entusiasta partidario de la unificación italiana.

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Collodi inició su producción literaria dedicada al público infantil con traducciones de cuentos de hadas franceses, en especial los de Charles Perrault; además de editar una serie de libros para la escuela primaria.

“PÁGAME BIEN”

Fue en “II Giornale per i bambini”, pionero en el campo de las publicaciones para niños en Italia, donde se difundió inicialmente y por episodios el relato de las travesuras de Pinocho, con el título de “Historia de un títere” (“Storia di un burattino), a partir de julio de 1881.

Al parecer, Collodi, nunca previó el éxito de su historia. En una carta al director del “Giornale…” le decía: “Te mando esta niñería, haz con ella lo que te parezca. Pero si la publicas, págame bien, para que me den ganas de continuarla”.

Quizá por ello la narración se interrumpió en el capítulo XVI, con Pinocho muerto, colgado de un árbol. Sólo las protestas de los lectores consiguieron que el personaje reviviera (además-claro está- de la intervención de la Niña de los Cabellos Turquesa, su hada protectora). Esta vez la historia prosiguió con el nuevo y definitivo título de “Las aventuras de Pinocho” (“Le avventure di Pinocchio”), cuya primera edición como libro ocurrió en febrero de 1883, con ilustraciones de Enrico Mazzanti.

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MUÑECO CREADO CON AMOR POR GEPPETTO EL CARPINTERO

Desde ese momento, el muñeco creado por el carpintero Geppetto e ilusionado con convertirse en un niño de verdad, se hizo muy conocido gracias a diversas traducciones; así, apareció en Gran Bretaña en 1894 y en Estados Unidos en 1898.

Ya en el siglo XX, su difusión fue mayor gracias a la película de dibujos animados producida por Walt Disney en 1940. En ella, los guionistas alteraron el carácter de los personajes. Por ejemplo, mientras en el libro Pinocho aplastaba con un martillo al Grillo Parlante (algo que se pensó no hubiera resultado muy agradable de ver), en el filme, Pepe Grillo actúa como “conciencia” del muñeco, además de ser el narrador de la historia.

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PINOCHO EN LA MODERNIDAD

Más reciente aún se comenta el largometraje “Inteligencia artificial”, de Steven Spielberg, es una versión futurista de la obra de Collodi. Pero es sin duda el estreno de la adaptación del cuento que protagonizará Roberto Benigni, el actor de “La vida es bella”, lo que muchos esperaron con entusiasmo.

A propósito de ello, una de sus últimas entrevistas Benigni recordaba con humor esta historia: “Transcurre en el Paraíso, donde Jesús oye decir que un viejito no logra encontrar a su hijo.

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Entonces se le acerca y le pregunta: ¿Cómo se llama? Y el viejito responde: Mi verdadero nombre es José, soy carpintero, tuve un hijo de una manera un poco extraña, no exactamente natural. Después él quiso hacer las cosas a su modo y se fue de casa, y no volví a verlo. Entonces Jesús alarga los brazos, conmovido grita: ¡Papá! y el viejito responde alborozado: ¡Pinocho!”

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