El Capitán FAP José Abelardo Quiñones Gonzales nació el 22 de abril de 1914 en el puerto de Pimentel en Lambayeque.
Su padre, don José María Quiñones Arisola, se distinguió por su acendrado patriotismo y su austera probidad.
Su madre doña María Juana Rosa Gonzales, de noble familia lambayecana, por sus venas corría sangre de ilustres varones que habían destacado en la vida militar y cívica durante la Colonia española.
Descendiente del general don Marcelo Arias Vigil de Quiñones, fundador de la familia Quiñones en América.
Venía por línea paterna directa de don Juan Arias Vigil de Quiñones, quien fue Mariscal de Campo de los ejércitos españoles y Caballero de la Orden de Calatraba.
De don Esteban de Quiñones, Justicia Mayor de Chachapoyas, del Corregimiento de Saña.
Por herencia de sangre, estaba predestinado para ocupar un sitial de privilegio en las páginas de nuestra historia.
LOS ESTUDIOS DE QUIÑONES
Aprendió las primeras letras bajo la severa y afectuosa vigilancia de sus padres, en la escuelita de las señoritas Bulnes, para después completar su educación primaria en el Colegio Nacional de San José.
Dedicado al estudio y su afición a la vida deportiva, sus amigos recuerdan de aquella cometa “Moscón” tan enorme que hizo volar de noche con un farolito encendido en la cola.
Por decisión de sus padres, José Abelardo se dirigió a Lima, para seguir sus estudios secundarios.
En 1928, ingresó al Colegio de la Recoleta, a partir del tercer año de media pasó al Colegio Nacional de Guadalupe, siendo alumno distinguido.
INGRESA A LA ESCUELA CENTRAL DE AVIACIÓN “JORGE CHÁVEZ”
La firmeza de su vocación, orientada decisivamente hacia la Aviación Militar, convence a sus padres y obtiene la autorización escrita a de éstos para postular a la Escuela Central de Aviación “Jorge Chávez”.
Rinde los exámenes y por Resolución Ministerial N° 59 de fecha 30 de marzo de 1935 es dado de Alta como cadete del Primer Año de la Escuela mencionada.
En el lapso de cuatro años de cadete destacaba no sólo por sus estudios, sino por sus extraordinarias condiciones para el pilotaje.
Esta habilidad le permitió realizar su primer vuelo “solo” con apenas cuatro y media horas de instrucción, récord que hasta la fecha no ha sido superado.
Ve coronado sus esfuerzos al recibir su despacho de oficial piloto militar en la especialidad de Caza el 9 de enero de 1939 como integrante de la promoción “Raguz”.
El día de su graduación asistió el presidente Oscar Benavides, quien además estaba a cargo de entregar a los cadetes sus espadas de Alférez.
INCREÍBLE EXHIBICIÓN EN VUELO INVERTIDO DE NUESTRO HÉROE
Luego de la ceremonia hubo una exhibición de vuelo y con la pericia y arrojo de que siempre hizo gala, asombró a la concurrencia realizando un vuelo rasante invertido en un avión Caproni 103 a dos metros del suelo.
Demostró ser capaz de lo imposible a tal punto que esta fotografía histórica fuera incluida para la posteridad en el reverso del billete de la denominación de “Diez Nuevos Soles” que todos conocemos.
Con esta maniobra se ganó la admiración de todos, pero también se le dio una fuerte reprimenda de parte de las autoridades que le consideraron un “temerario”.
Comienza su vida de oficial en el Escuadrón de Aviación N° 4 de Ancón y poco después es trasladado al XXI Escuadrón de Caza, en el Primer Agrupamiento Aéreo, con sede en Chiclayo.
En enero de 1941, asciende a la clase de Teniente de Aeronáutica, José Albelardo no sólo era un brillante piloto de nuestra Fuerza Aérea sino también un experto paracaidista.
Formó parte del grupo de ocho valerosos paracaidistas que el 23 de setiembre de 1940 se arrojaron por primera vez en nuestra historia y en Sudamérica en forma conjunta.
LA GUERRA CON ECUADOR Y EL ENFRENTAMIENTO
En 1941 se produjo la agresión ecuatoriana en nuestra frontera norte, el gobierno peruano dispuso la movilización inmediata de nuestra Fuerza Armada.
La primera División Ligera fija la misión de recuperar la frontera en maniobra apoyada con la acción de la aviación sobre Quebrada Seca. En la mañana del 23 de julio de 1941, quedó escrita con sangre heroica, una de las más hermosas páginas en la historia de la aviación peruana.
PODERÍO AÉREO
La Fuerza Aérea Peruana contó con una escuadra de siete aviones de caza North American 50 comprados a Estados Unidos en 1938.
Faltaban diez minutos para las ocho de la mañana, cuando la Escuadrilla 21 de la FAP, dejó su base de Tumbes, a fin de cumplir la orden de Operación N° 1.
Se asignaba a dicha Escuadrilla, la misión de atacar con ametralladoras y bombas, el puesto ecuatoriano de Quebrada Seca, como primer objetivo.
La Escuadrilla 21 estaba constituida por el coronel Antonio Alberti, quien la comandaba, y los tenientes Fernando Paraud, José Quiñones, y el alférez Manuel Rivera, piloteaban los aviones Caza North American 50, diez minutos después, la escuadrilla volaba sobre el objetivo y de inmediato inició la maniobra para cumplir con la orden de bombardear el Puesto Ecuatoriano de Quebrada Seca.
El avión del teniente Quiñones, que se encontraba en vuelo de descenso para arrojar sus bombas, fue alcanzado por el fuego de los cañones antiaéreos enemigos. Estaba envuelto en llamas, la pérdida de la maquina era inevitable, lejos de poner a salvo su vida.
Con plena conciencia de sus actos, mantuvo en equilibrio su máquina y forzando un ceñido viraje la enrumbó directamente a la posición del enemigo estrellándose contra ella y destruyéndola completamente. El joven Quiñones había cumplido heroicamente la misión confiada con el desprendimiento, el valor, la abnegación y el sacrificio de su propia vida.
RECONOCIMIENTO A SU ACTO HEROICO
Quiñones fue ascendido en el mismo campo de batalla al grado de Capitán, además la propia Fuerza Aérea ecuatoriana reconoció el heroísmo de José Quiñones y sus restos mortales fueron entregados al Cónsul del Perú en Guayaquil, el 19 de octubre de 1941.
El coronel don Octavio Ochoa, jefe de la IV Región de Ecuador, dijo: A nombre de la Fuerza Aérea Ecuatoriana entregó a la Fuera Aérea del Perú los restos de quien supo honrar a su Patria, a su pueblo y a su Fuerza Armada, mi pueblo rinde homenaje al pueblo peruano dignamente encarnado en la figura heroica de José Abelardo Quiñones.
El mayor general FAP Enrique Schroth Carlín, en su discurso pronunciado el 31 de julio de 1966, en que rindieron justo homenaje al héroe, dijo:
La vida de los héroes no es la vida débil y pálida de las sombras, sino una vida revestida de gloria y luz radiante, sólo su inmenso amor a la patria y su vocación de servirla incondicionalmente pudo arrastrar a Quiñones al sacrificio; por eso no es tardía la exteriorización de la gratitud de un pueblo para aquel que, en las horas duras de la prueba supo ofrendar su empeño de patriota, su nave y su vida.
En Quiñones hubo la conciencia plena del sacrificio, porque sabía que con él abría las puertas de la victoria para los soldados de su patria. Su muerte evitaría muchas otras y que con la victoria y la paz harían renacer la armonía de los hermanos del mismo continente, con un mismo origen y con mejores destinos.
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